Página:La maestra normal.djvu/35

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blaba mal de todo el mundo. En la de don Numeraldo, por el contrario, se odiaba el juego, se murmuraba sólo discretamente y no se bebía sino agua, pues don Numeraldo jamás convidó con otra cosa.

Don Numeraldo Vargas era popular en La Rioja. No se le llamaba sino don Nume. Era feo y peludo; tenía la nariz aplastada, corta, ancha, y la frente de dos dedos. Sus ojos, capirotudos y lagañosos, se perdían entre los pelos. Su barba era negra y redonda; se peinaba hacia arriba. Hablaba muy poco y sus escasas palabras salían atropelladamente, con voz confusa, como rezongando. Tenía gestos de pensador. Los chiquilines del pueblo le temblaban, y las madres, para impedir sus travesuras, les decían: "que te agarra don Nume". Pasaba por hombre sesudo y muy prudente. Su afán era apartar las conversaciones indiscretas, quitar toda aspereza a las discusiones. No se metía en política. Hacía diez años había sido Intendente municipal. Su iniciativa de mayor trascendencia fué la de los adoquines de madera. El pueblo se oponía, pero él hizo traer dos vagones para empezar los trabajos. La iniciativa fracasó y entonces don Nume llevó los adoquines a su casa y pavimentó con ellos la botica. Después se hizo opositor, pero como la gente "de la situación", amenazando con cerrarle la botica, dijera que don Nume envenenaba al pueblo, se retiró a la vida privada. Don Nume no era propiamente un intelectual. No se le conocía afición a ninguna disciplina literaria o científica. Pero a pesar de no ser un letrado, sus tertulianos no dejaban de consultarle. El se excusaba y de este modo iba creciendo la fama de su cordura. Tampoco era farmacéutico. La botica había pertenecido a su suegro, un cordobés habilidoso y vividor que tenía una hija con la cual se casó don Nume. Al morir el boticario, su hija heredó la farmacia. Don Nume colocó un mostrador, compró los frascos grandes y, con entera convicción, le puso el nombre de Farmacia Moderna.

Esa noche salió temprano a la vereda. Como había luna, apagó la luz de la botica. En la plaza, en las calles, los faroles no habían sido encendidos. Bajo los árboles