Página:La maestra normal.djvu/44

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida

Una de sus burlas habituales consistía en publicar en El Constitucional sueltos anónimos en los que criticábanse abusos o escándalos de la escuela. Después, a la noche, se presentaba en la botica y, en las narices del Director, los leía solemnemente, declamatoriamente.

Las palabras del Director le hicieron declararse ofendido. El Director, que era de otro pueblo, insultaba a La Rioja. El Constitucional era el periódico más serio, mejor informado que desde hacía muchos años hubo en la ciudad. Estaba bien escrito, publicaba telegramas auténticos de Buenos Aires, y aparecía tres veces por semana. La importancia de Él Constitucional no podía ser negada sino por mala fe. Era con relación a La Rioja lo que La Nación o La Prensa con relación a Buenos Aires.

—Es nuestro gran órgano, señores — clamaba Palmarín en la vereda, de pie, con el sombrero en la mano, y agitando el periódico que había sacado del bolsillo. Y como nadie le seguía en su indignación, agregó, con tono persuasivo:

— El Director nos ofende en el alma afirmando que nuestro mejor diario, el diario de que nos orgullecemos, es un miserable pasquín y que este noble pueblo...

Se interrumpió para mirar a todos como pidiendo aprobación.

— ...que este pueblo tan noble, señores, no merece otra cosa...

El Director, con voz flaca, pidió la palabra.

Sin duda ese joven — así designaba a Palmarín por no nombrarle y por no hablar con él directamente — no le había oído bien. El no dijo nada de eso. Recordó sus palabras textuales y aseguró que en ellas no había ofensa ninguna para el pueblo riojano. Volvía a repetir que El Constitucional era un papelucho.

Palmarín preguntó a los tertulianos si creían efectivamente, y según afirmaba con malevolencia el Director, que El Constitucional fuese un papelucho. Pérez confesó que a él le divertía enormemente. La vida social era una delicia, sobre todo cuando había acrósticos, silue-