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62 MANUEt GÁI.VEZ

dole socarronamente, como enterados de que tenia algo que reservar.

—Nada, lo que dicen los diarios — contestaba Solís con cruel parquedad.

Y seguía otro silencio de varios minutos.

La política, según Pérez informó a Solís, era el tema que primaba en la confitería. Cuando había noticias trascendentales, los periódicos de Buenos Aires eran leídos en alta voz, comentados minuciosamente, discutidos con serenidad. En época de elecciones, la confitería hormigueaba de gente. Claro era que "los ases" no iban a la confitería sino en raras ocasiones. Se reunían en la casa de algún "dirigente". Pero "las cartas menores" no faltaban. Cuando la política local se alborotaba, solían ocurrir feroces discusiones, altercados, hasta incidentes graves. Muchos hombres prudentes se abstenían de concurrir en esas épocas. Cuando la política local estaba en calma, lo que ocurría raras veces, quedaba como recurso la política nacional. Cobraba entonces proporciones enormes el más insignificante suceso que aconteciera en Buenos Aires. Y era que la imaginación, explorando entretenimientos, buscaba a todos los hechos un lado trascendental; y no dejaban de hallarlo, sobré todo si lo relacionaban con los enredos locales. Anunciaban los diarios, por ejemplo, la posibilidad de que renunciara el ministro de Instrucción Pública; e inmediatamente empezaban a conjeturar sobre los probables candidatos.

—El doctor Ramírez — decía uno de "los rumbeadores" — parece el candidato más seguro, y anda en buena amistad con don Ibáñez.

Don Ibáñez era el jefe del partido constitucional.

—Y si lo nombran a él, habrá cambios en la escuela y en el colegio — insinuaba un eterno aspirante a profesor.

—De cajón. ¡Y quién sabe si el mismo director no salta!

—¿Y a quién nombrarían director?

Al llegar a este punto las imaginaciones golosas se desenfrenaban. Veían cátedras por todos lados; los más reputados como intelectuales se sonreían de esperanza,