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I, A MAESTRA NORMAL 6 1

a la confitería; allí hace relaciones. Por la tarde, infaliblemente, lo sacan en coche. "¿Quién será?" pregunta todo el mundo. Las gentes le miran como asombradas, se asoman a las puertas para verle pasar. Y al día siguiente ya nadie ignora quién es, el objeto de su viaje, sus ocupaciones, su estado civil. Estos datos, sobre todo el último, son solicitados con agresivo interés. En los pueblos, ¡son tan escasos los jóvenes casaderos! Pero el forastero interesa también por otra razón: viene de Buenos Aires. Todo forastero viene de Buenos Aires y por esto es casi un símbolo. Representa a aquella gran ciudad de dichas y de placeres con la que todos sueñan perennemente y a la que muy pocos ¡ay! es dada la felicidad de visitar. El forastero: ¡un hombre que vive en Buenos Aires! Para muchos, aunque no lo dicen, es una superioridad, un privilegio injusto que Dios concede, quién sabe por qué razones, un usufructo de los más codiciados goces. Los jóvenes, sobre todo los que nunca han ido a Buenos Aires, miran al forastero como a un ser sagrado. Le suponen viviendo alegremente, nadando en dinero, lleno de amigas fáciles y encantadoras.

—¿Qué noticias nos trae de Buenos Aires, señor? --- preguntaban a Solís las personas con quienes hablaba por primera vez.

Y esperando la respuesta, los ojos apagados de aquellos hombres brillaban un momento mirando a Solís con desmayada curiosidad. Pero él contestaba, como casi siempre, y encogiéndose de hombros: "Ninguna, no ha sucedido nada de importancia". Los ojos volvían a bajarse con desconsuelo. Y empezaba un silencio de varios minutos.

—Parece que el ministro del Interior va a renunciar — susurraba una voz perezosa, cantante y adormilada.

— Así cuentan los diarios — respondía otra voz al cabo de un rato.

Y todos se volvían hacia el forastero, no pudiendo convencerse de que lo ignorase, no estuviese en el to, un hombre aue venía de Buenos Aires.

—¿Cómo no ha'i saber algo, séñor! — decían, mirán-