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MANUEL GÁLVEZ
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dársela, el riojano Borja, excondiscipulo suyo en la Escuela Normal del Paraná. No era la de doña Críspula una verdadera casa de huéspedes. Doña Críspula Bernal de Paredes sólo admitía dos, tres personas. Sus presuntos huéspedes debían presentarle muy buenas recomendaciones. En cambio, ella los trataba "divinamente". Comida "de primera", conversación amena y hasta su poco de buena sociedad. ¡Eran de verse, en los sábados invernales, las loterías de aquella casa!

El carruaje comenzó a andar por una angosta calle de álamos, orillada de acequias, que subía en cuesta casi imperceptible. Solís, desde el coche, la veía atravesar las pocas cuadras de la ciudad y perderse luego entre los callejones del arrabal. Al fondo, tan cercano que parecía un obstáculo puesto al avance de la calle, se levantaba un cerro aislado y redondo. Parecía el lomo arqueado de un inmenso animal. Vetas de sombra, como enormes arrugas, descendían desde lo alto del cerro.

Solís se sentía muy fatigado, y nunca se cansó tanto desde que se hallaba enfermo. El día anterior lo pasó con fiebre; por la noche tuvo pesadillas y abundantes sudores en las piernas. La afección pulmonar que le llevaba a La Rioja, — tal vez para siempre, pensaba, — era su ruina. ¡Venirle tan luego ahora, cuando comenzaba a vivir la vida, cuando su cómodo empleo le ahorraba inquietudes para el porvenir!

El carruaje saltaba sobre las piedras puntiagudas, y sus barquinazos molestaban al viajero poniéndole de malhumor. Además, la soledad del viaje, su espantosa mo- notonía, le habían aplastado. Por esto miraba sin interés, casi con indiferencia, las calles angostas de la ciudad, sus casas chatas y viejas, los paredones en ruina, las hileras de naranjos, las acequias que corrían a lo largo de las veredas. Las calles, solitarias. De cuando en cuando, a pie, siguiendo al burrito gris que llevaba su carga de frutas y verduras, pasaba algún vendedor matinal. Las puertas de las casas permanecían cerradas. Eran casi todas casas de adobe, en forma de rancho, con techo de tejas y paredes negruzcas y carcomidas. Algunas esta-