Se cumplen 100 años de la Masacre de la Escuela de Santa María de Iquique, donde fueron asesinados a mansalva miles de trabajadores chilenos, bolivianos y peruanos, mujeres, niños y familias enteras, quienes habían bajado de la Pampa salitrera para exigir simplemente mínimas condiciones laborales y de vida.
El gran capital británico había tomado posesión de la mayor parte de las salitreras y John North impuso no sólo su dominio económico en el norte de Chile, sino también su ley. La historia da cuenta que el gobierno del Presidente Pedro Montt ofrece—cuando era inminente la llegada de miles de obreros pampinos a Iquique-a la empresa británica pagar la mitad del aumento de los salarios pedidos por los huelguistas. La respuesta fue lapidaria: «no es un tema de platas, es un tema de principios, de autoridad y la autoridad debe ser repuesta».
Así lo hicieron las autoridades de la época. Fue el mismo criterio impuesto y defendido por el General Roberto Silva Renard, quién dio la orden de disparar sobre la multitud, sin importar si los huelguistas constituían o no una amenaza; el hecho es que no podían asomarse a la historia, no tenían derecho a manifestarse, sus reivindicaciones eran a priori considerados como ilegítimas.