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configuración de su territorio se estructura en torno a las clases sociales y las modalidades de producción capitalista. Este hecho se traduce, desde una óptica demográfica, en procesos migratorios que tienden a concentrar a la población en zonas urbanas, lo que rompe el patrón de movilidad colonial que es preferentemente rural, de mano de obra de muy baja o nula calificación y donde primaban relaciones de tipo patronal más que salarial. No es de extrañar que el primer movimiento masivo de protesta obrera acaeciera en esta ciudad en 1903, en tanto fue el principal foco desde donde se expandió una conciencia moderna y la lucha reivindicatoria por mejores condiciones laborales.[1]

El crecimiento económico y comercial de Chile en la primera mitad del siglo XIX se nutrió de la diversificación de la matriz productiva y comercial, que abonó a la descentralización mediante la conformación de núcleos dinámicos en algunas provincias. Estos centros se transformaron en focos de atracción de población proveniente de una diversidad de orígenes, lo que tuvo además un impacto directo en la constitución de identidades sociales, fruto del proceso de salarización de las relaciones laborales. En el caso de la Zona Central, la producción triguera reaccionó con evidente espíritu de superación ante el aumento de la demanda extranjera.[2] Chile continuó siendo uno de los principales proveedores de cereales del Perú y de la costa del Pacífico, y se abrieron nuevos mercados, como el europeo (en especial Inglaterra) y los de California y Australia (estos últimos marcados por la fiebre del oro). Esto llevó al aumento de la superficie cultivada, al fortalecimiento de la hacienda como unidad económica y a cambios en la localización de la población, pero sin introducir transformaciones sustantivas en la estructura social, puesto que la mano de obra siguió operando bajo el modelo de inquilinaje y peones rurales[3]. Otra consecuencia demográfica del “boom” triguero, fue la gradual expansión de la frontera agrícola meridional.[4]

El Norte Chico también vivió una rápida expansión económica a raíz de la explotación de nuevos yacimientos mineros, como las minas de plata de Chañarcillo (1832) y Caracoles (1870).[5] Esto posibilitó aumentar la producción de plata de 10.000 kilos anuales a comienzo del siglo XIX, a 150.000 kilos en 1887. La explotación del cobre, que había comenzado a fines del siglo XVIII se consolida hacia 1840 con los yacimientos de Tamaya, Vallenar, Chañaral, Paposo y la Ligua. El impulso de la producción cuprífera llevó a que Chile se convirtiera en el mayor productor de cobre del mundo entre 1850 y 1880, llegando a producir el 62% del metal en 1876,

  1. Garcés Durán, Mario: “Crisis social y motines populares en el 1900”. LOM Editores, Santiago 2003; Ortiz Letelier, Fernando: “Movimiento obrero en Chile (1891-1919)”. LOM Editores, Santiago 2007.
  2. Sepúlveda, Sergio: “El trigo chileno en el mercado mundial”. Editorial Universitaria, Santiago 1959.
  3. Bauer, Arnold: “Expansión económica de una sociedad tradicional: Chile central en el siglo XIX”. Pontificia Universidad Católica, Historia No 9, Santiago 1970.
  4. Bengoa, José: “Historia social de la agricultura chilena. El poder y la subordinación”. Tomo I. Ediciones SUR, Santiago 1988.
  5. Carmagnani, Marcelo: “El asalariado minero en Chile colonial. Su desarrollo en una sociedad provincial. El Norte Chico, 1690-1800”,.Universidad de Chile, Centro de Historia Colonial, Editorial Universitaria, Santiago 1963; Crocco, Juan: “Geografía económica de Chile: Tomo II”. Capítulo “Volumen, Distribución y Composición de la Población”. Corporación de Fomento de la Producción (CORFO), Santiago 1950.