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siendo su principal destino Inglaterra [1]. Este auge minero tuvo múltiples implicancias, entre otras:

  1. la conformación de polos de atracción poblacional y desarrollo urbano en el norte del país, especialmente Copiapó;
  2. el encadenamiento productivo de los centros de explotación minera con localidades ligadas a procesos complementarios, como las fundiciones (Tongoy, Guayacán, Lirquén, Lota, etc.) y los puertos de salida del mineral (Caldera, Chañaral, Huasco, Carrizal, Tongoy, etc.);
  3. una mayor conectividad territorial y un aumento de la capacidad de transporte de minerales merced a la construcción de ferrocarriles (como el de Caldera a Copiapó en 1849);
  4. la introducción de adelantos tecnológicos a los procesos mineros, como los hor nos de reverbero;
  5. un impulso a la producción ag rícola para cubrir la demanda de las zonas mineras y,
  6. la demanda de carbón para las fundiciones y las actividades navieras.

El Estado desempeñó un papel central en el crecimiento económico y la consolidación de las fronteras nacionales decimonónicas. Así lo ponen de manifiesto, por ejemplo, las medidas encaminadas a:

  1. asegurar la ocupación efectiva del Estrecho de Magallanes que consolide la función mercantil de Valparaíso (fundación del Fuerte Bulnes en 1843 y de Punta Arenas en 1849);
  2. la conectividad territorial a través de fuertes inversiones en materia de ferrocarriles y telégrafos, que posibilitó tanto el desplazamiento poblacional, como la aceleración de las comunicaciones por medio del telégrafo;[2]
  3. incorporar la Araucanía al territorio nacional (bajo el eufemismo de “pacificación de la Araucanía”) para fomentar el progresivo avance de la frontera agrícola, fortalecida por la instalación en la zona de nacionales e inmigrantes europeos, y,
  4. desplazamiento de población (y la frontera) hacia el Norte Grande, motivado por el decaimiento de la explotación minera en el Norte Chico (por agotamiento de minas y la baja del precio de los metales a contar de 1850), el descubrimiento del valor comercial del guano y, la razón más importante y que explica en gran medida la dinámica económica chilena desde 1875 a 1925, la explotación salitrera. “Desde el punto de vista económico, la incorporación de las provincias de Tarapacá y Antofagasta significó la incorporación de las enor mes fuerzas productivas existentes en ellas” [3]


De esta forma el movimiento de capitales estuvo acompañado del

  1. Crocco, Juan (1950). Ibid; Ortega, Luís y Julio Pinto: “Expansión minera y desar rollo industrial: un caso de crecimiento asociado (Chile, 1850-1914)”. USACH, Santiago 1990; Ortega, Luís: “Acerca de los orígenes de la industrialización chilena, 1860 – 1879”. En Revista Nueva Historia N°2. Asociación de Historiadores Chilenos en Londres, Londres 1988.
  2. Thomson, Ian y Dietrich Angerstein: “Historia del fer rocarril en Chile”. DIBAM, Santiago 1997
  3. Ramírez Necochea, Hernán: “Historia del movimiento obrero en Chile”. En: “Obras escogidas, Volumen I”. LOM Editores, Santiago 2007, p. 401