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La media naranja

no pregunta á nadie, quién eres? ni, de dónde vienes? sino, cómo vienes? Quizás la corbata le costó un dia de ayuno; pero en dándole su corbata de reglamento, el mundo no tiene derecho á saber más, ni le importa un bledo.

Gonzalo es la limpieza y el esmero personificados. Es verdad que su hermosa figura se merece eso y mucho más.

Alto, flexible y esbelto como un Apolo, su cuerpo tiene una elegancia artística unida á esa delgadez robusta de una constitución nerviosa y muscular. Hijo de español y alemana, brilla en su rostro la energía meridional y la dulzura germánica; el sonrosado de sus mejillas y la blancura casi femenina de su cutis, se armonizan con unas facciones varoniles, correctas y llenas de expresión. Sus hermosos ojos claros, serenos y de dulce mirar, como los del madrigal de Gutierre de Cetina, tienen sin embargo una expresión meditabunda, intensa, apasionada. La cabellera de un rubio oscuro y la barba de un rubio de oro alemán tostado por el sol de Andalucía; la cabeza pequeña, primera condición para ser artística, destellando nobleza é inteligencia en todos sus lineamientos, todo esto hace de Gonzalo lo que se llama vulgarmente un arrogante mozo. La dulzura y la nobleza; la vivacidad de fantasía y la idealidad de sentimiento; la pasión y la melancolía, todo en Gonzalo revela su naturaleza hispano-germánica; el rayo del sol del Mediodía, coloreando la flotante bruma del Norte.

Miéntras yo he contado estos detalles al curioso lector, Gonzalo ha revuelto todos los cajones de su mesa y de su cómoda, todos los libros de su estante, y después de una inútil pesquisa, se ha dirigido á la mesa, y en una carta recien escrita ha puesto la siguiente postdata:

«No puedo enviarte el ejemplar de mis poesías, que me pides, aporque he regalado todos y no me queda más que uno de los seis tirados en papel vitela que me regaló el impresor, y que con mi fotografía unida hice encuadernar lujosamente para dedicarlos á las personas de mayor preferencia.»

Iba Gonzalo á cerrar la carta, cuando la desdobló para leerla de nuevo.

Aunque sea de mala educación leer lo que otro lee, sin su permiso, seamos por esta vez mal educados, y colocándonos detrás de Gonzalo, leamos lo que dice en esta carta de gran valor para nosotros.