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390 — La media naranja

el sol se deslumbraria, así Clara y Gonzalo se deslumbraron recíprocamente al contemplarse tan hermosos y tan esplendentes de frescura, juventud y magestad.

Apolo y Vénus, vestidos por Caracuel y Honorina, no serian más hermosos que aquella gallarda pareja nacida para reproducir la perdida raza de los dioses mitológicos; los tipos de Fídias y Praxíteles.

En una mirada analítica y sintética aquellos dos seres se dieron el abrazo de la voluntad, el beso del alma, más puro y duradero que el de los labios. El fluido de la simpatía tendió sus invisibles redes y fundía en uno sólo aquéllos dos corazones hermosos, inmaculados y palpitantes.

Jamas la naturaleza ideó un acorde más perfecto que el de aquellas dos hermosas criaturas.

Por supuesto que todo esto lo sintieron Clara y Gonzalo en un instante, y sin pararse á analizar lo que nosotros hemos analizado.

Así que Gonzalo hubo tomado asiento, y después de una breve pausa en que ambos trataban de dominar su emoción, Clara hizo como un esfuerzo y rompió el silencio.

— Extrañará Vd. que sin tener el gusto de conocerle me haya tomado la franqueza de molestarle y hacerle subir.

— Señora; me extraña, en efecto, porque jamas creí merecer tanta bondad de parte de Vd., y empiezo por agradecer ese favor que Vd. llama molestia y yo llamo una honra altísima.

— He dicho mal al decir que no le conocía á Vd., pues un libro que, según me ha dicho mi doncella, se le cayó á Vd. por casualidad á mi jardín y que Vd. ha venido á reclamar, me han hecho conocer de Vd. precisamente lo más noble y estimable de toda persona: sus sentimientos y su inteligencia privilegiada.

— Señora; esa calificación me confunde más por lo inmerecida que por lo satisfactoria.

— Ah, no! no es inmerecida. He leído el libro de Vd., y el hombre que escribe tan admirables versos, el que siente tan hondamente y piensa con la elevación que Vd., ese hombre vale mucho; ese hombre merece aprecio y admiración, y por eso le he llamado á Vd., porque deseo ofrecerle, como le ofrezco, mi casa y mi más cordial afecto.

— Si algún valor he podido atribuir á mis humildes composiciones, crea Vd. que desde hoy me parecerán inestimables y preciosas,