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LA MORAL DE ULISES

Digan los pesimistas que los hombres vivirán eternamente del fraude; digan que es imposible asociarse lealmente para vivir todos mejor; digan que la expansión incesante de la verdad no hará más sinceros ni felices a los hombres del porvenir. Díganlo, hombres vacios de fe y repletos de superstición.

Los optimistas creemos en la posibilidad de un porvenir mejor creemos que la solidaridad y la justicia pueden clevar el nivel moral de los hombres; creemos que la moralidad humana es infinitamente perfectible: y creamos, por todo eso, que la moral del fraude irá cediendo su primacía a la moral de la sinceridad.

Partiendo de esas creencias conviene elaborar los ideales éticos del porvenir; y hacia éstos, en un constante esfuerzo de perfección, podemos orientar nuestra conducta y modelar nuestra personalidad. Ulises no será un arquetipo para los que se aparten de la moral del fraude; podrán perdonársele sus vergonzosas artimañas en homenaje a sus virtudes efectivas, pero no podrá llamársele "divino" ni servirá de ejemplo. Una moral cimentada por la verdad parecerá cada vez más digna a los hombres que asciendan por el sendero interminable de la virtud: fuertes, leales, sinceros como Aquiles, marcharán por él sin la doble muleta del fraude y de la mentira; y nunca, andando, desfallecerá su fe ni les acosará el remordimiento. La más alta aspiración de los caracteres dignos será poner su ideal en el punto imaginario donde una clara razón ilumine la prártila del bien: la Virtud sin sombras y la Verdad sin veloshermanadas en la más serena Sabiduría.