I. LA FALSEDAD EN LA CONDUCTA
D
igo que la verdad en la conducta es más necesaria que la verdad en la palabra; en ello consiste la Sinceridad. Si hablar mintiendo es una avilantez, obrar con falsedad es una ignominia. El que parlotea de virtudes que no practica es un traidor de la confianza ajena; en ello consiste el Fraude. Son los dos polos de la moral individual.
Los hombres de carácter falso tienen horror a la verdad; aborrecen al que la investiga y la enseña, al que la respeta en el presente y al que la transmuta en ideales para el porvenir. Impregnar de verdad la conducta, es toda la Moral; y ésta sólo es efectiva en los que viven moralmente: hombres libres, ciudadanos indomesticables, amigos leales, hijos consecuentes, tiernos padres, los que nunca olvidan su Deber ni renuncian a su Dignidad, los que no olisean al poderoso ni oprimen al débil, los que aman la verdad y no la tuercen por viles conveniencias, los que honran a su patria sin vivir de ella. Los sinceros, como el pelídeo Aquiles.
Admiran al laercio Ulises, en cambio, todos los que acostumbran vivir de la mentira, de la hipocresía, de la
