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Sin cuidados y sin penas,
De las costumbres ajenas
Aprendí á llevar el yugo,
Que ver en ellas me plugo
Del ilota las cadenas.

De cuanto amé desprendida
Cruzó mi existencia sola,
Como solitaria ola
Que cruza en el mar perdida;
Y concretando mi vida
A ganar oro y más oro,
Perdí conciencia y decoro,
Pues ya sin dolor ni pena
Miré la desgracia ajena
Que aumentaba mi tesoro.

Y cuando era tan risueño
Mi rico sueño de oro,
Que superó mi tesoro
A la ambicion de mi sueño,
Mostró el destino su empeño
De herirme hasta en mi avaricia,
Pues se apropió la malicia
De un sirviente, con amaños,
Del oro que en muchos años
Acumuló mi codicia.

Aquel golpe fué tan rudo,
Que doblegó la materia:
Sin hallar en la miseria
Ni un amigo ni un escudo,
Quiso el destino sañudo
Que enferma, desamparada,