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Me viera yo precisada
A acudir á un hospital,
Como conclusion fatal
De mi penosa jornada.

Oprimiendo contra el pecho
Del corazon los latidos,
Oí los tristes gemidos
Y las quejas de despecho
Que desde su triste lecho
Pobres seres sin consuelo,
Sin encontrar en el suelo
Ni un consuelo á su dolor,
Acusaban de rigor
Y de inclemencias al Cielo.

Al oir de ajenos labios
Aquellas quejas amargas,
Me acordé en mis horas largas
De los pasados agravios
Con que los designios sabios
De Dios, juzgando atrevida,
Protesté con frente erguida
Contra la Tierra y el Cielo,
Porque llenaron de duelo
El sendero de mi vida.

Y al mirar ante mis ojos
Como un ángel bueno y santo,
Envuelta en su blanco manto,
Junto á mi lecho de hinojos,
Mitigando mis enojos
Con palabras de bondad,
A esa que de caridad
Los hombres llaman hermana,