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Estado puede y debe afirmar su propia seguridad, requiriendo a los demás para que entren a formar con él una especie de constitución, semejante a la constitución política, que garantice el derecho de cada unb. Esto sería una Sociedad de naciones, la cual, sin embargo, no debería ser un Estado de naciones. En ello habría, empero, una contradicción; todo Estado implica la relación de un superior el que legisla-con un inferior-el que obedece, el pueblo; muchos pueblos, reunidos en un Estado, vendrían a ser un solo pueblo, lo cual contradice la hipótesis; en efecto, hemos de considerar aquí el derecho de los pueblos, unos respecto de otros precisamente en cuanto que forman diferentes Estados y no deben fundirse en uno solo.

Ahora bien, cuando vemos el apego que tienen los salvajes a su libertad sin ley, prefiriendo la continua lucha, mejor que someterse a una fuerza legal constituída por ellos mismos; prefiriendo una libertad insensata a la libertad racional, los miramos con desprecio profundo y consideramos su conducta como bárbara incultura, como un bestial embrutecimiento de la humanidad; del mismo modo debiera pensarse-están obligados los pueblos civilizados, cada uno de los cuales constituye un Estado, a salir cuanto antes de esa situación infame. Lejos de eso, cifran los Estados su majestad-pues hablar de la majestad del pueblo sería hacer uso de una expresión absurda-en no someterse a ninguna presión legal exterior; y el