lación y colonización; nuestras evoluciones rapídisimas, que suelen asumir caractere de críis; nuestro mismo estado político, mucho más inorgánico de lo que parece, concretan hoy por hoy el problema educacional á la «preparación general para la vida», objeto de la enseñanza primaria y de su complemento secundario[1].
Lo demás es querella hueca entre «clásicos» y «modernos», pedrea de citas contradictorias, vanidad personal que sacrifica el más noble interés del país á la gloriola efimera de un programa, pronto arrumbado, como en un catafalco, en una «Memoria».
Instrumento principal de la obra arriba enunciada ha de ser naturalmente el maestro. Vamos á ver cómo piensa prepararlo el señor Fernández.
Examinemos primero el plan de estudios normales. Sus considerandos, fuera del malabarismo de fechas, tendiente á demostrar que maestros y profesores normales están inhabilitados (!) para dar enseñanza secundaria, lo declaran expresarnente varias veces. (Considerandos 1, 3, 9 y 10).
Sin pasar más adelante, ya hay aquí un doble problema técnico y político.
- ↑ Véase para mayor abundamiento el discurso del Apéndice