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pasaba revista, de principio á fin, á la extraordinaria serie de acontecimientos en que estábamos envueltos. El problema original estaba ya en cierto modo aclarado. La muerte del capitán Morstan, el envío de las perlas, el aviso en los diarios, la carta: todo eso estaba ya en limpio.

Pero, al aclararlos, nos habíamos sumido en un misterio más profundo y trágico. El tesoro indio, el curioso plano encontrado en el equipaje de Morstan, la extraña escena de la muerte del mayor Sholto, el descubrimiento del lugar en que estaba escondido el tesoro, el asesinato del descubridor, las singularísimas circunstancias del crimen, las huellas de pisadas, las armas tan raras encontradas en el cuarto de Bartolomé, las palabras escritas en el papel, que correspondían con las del plano del capitán Morstan... he ahí un laberinto en que un hombre con dotes menos extraordinarias que mi amigo Holmes, se habría perdido, desesperado de encontrar la clave.

KLA

El callejón Pinchin era una serie de viejas casas de dos pisos, situado en el barrio bajo de Lambeth. Antes de conseguir que me contestasen en el número 3, tuve que golpear en la puerta por largo rato. Por fin distingui detrás de las persianas del piso alto la luz de una vela, y una cara que miraba hacia afuera.