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med No.

Diablo de hombre! Este sitio es el más peligroso, y yo debo, por lo menos, bajar por donde él subió. El tubo de aguas parece sólido.

Allá vamos, de todos modos.

Of el roce de sus pies, la linterna comenzó á bajar lentamente por la pared, hasta que Holmes saltó sobre el barril y de allí al suelo.

Era cosa fácil seguirle los pasos. Las pizarras estaban flojas en todo el trayecto, y el hombre, en su prisa, ha dejado esto, que confirma mi diagnóstico, como dicen ustedes los doctores.

El objeto que me enseñaba era una pequeña bolsa tejida, de paja de colores, parecida en la forma y en el tamaño á una petaca de cigarrillos. Dentro de ella había una media docena de espinas de madera obscura, agudas en una punta y romas en la otra, iguales á la que había herido á Bartolomé Sholto.

¡Cuidado! Tenga usted cuidado con estas infernales cosas! No se vaya usted á pinchar los dedos. Mucho me complace haberlas encontrado, pues éstas eran probablemente las únicas que le quedaban, y ya no corremos usted y yo el peligro de encontrarnos una de ellas en el pellejo. Por mi parte, más dificilmente afrontaría una bala Martini que una de estas espinas. ¿Es