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nos dependientes de la casa, subiendo y bajando por los montículos que los obstruían. Todo el lugar, con sus montones de tierra y sus huecos sombríos, presentaba un aspecto que armonizaba con la horrible tragedia sucedida en la casa.

Llegamos al muro exterior, y Toby entró á correr á lo largo de éste, olfateando precipitadamente, medio oculto entre la sombra, hasta que por fin se paró en un rincón detrás de un pequeño arbusto. En el punto de unión de las dos paredes faltaban varios ladrillos, y los huecos que habían dejado estaban gastados en su parte inferior, como si con frecuencia hubieran servido de escalera. Holmes trepó por allí, alzó el perro, y lo dejó caer al otro lado.

—Pata de Palo ha dejado aquí señales de su mano me hizo notar Holmes, cuando estuve á su lado. Vea usted esa ligera mancha de sangre en lo blanco del yeso. Qué fortuna que de ayer á hoy no haya llovido fuerte! El rastro subsiste todavía en el camino, á pesar de las veintiocho horas que han pasado.

Confieso que por ini parte me quedaban mis dudas al reflexionar en el gran tráfico que había pasado por el camino de Londres durante ese tiempo, pero pronto vi que no tenía razón, pues Toby no vaciló un momento, ni siquiera levantó