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usted la menor agitación. Imagínese usted lo que debe ser encontrarse tan rica y tener al mun—do entero á vuestros pies!

Sentí que el corazón me saltaba de gozo al ver que la señorita Morstan no daba muestras de alegría ante esa perspectiva. Por el contrario, un movimiento de su orgullosa cabeza indicó que el asunto le interesaba poco.

—Lo que me causa verdadera ansiedad dijo, es la suerte del señor Tadeo Sholto. Lo demásno me importa; pero, en cuanto á él, me parece que se ha portado conmigo con la mayor bondad y honradez, desde el principio hasta el fin.

Nuestro deber es justificarlo de una acusación tan espantosa é infundada.

Cuando salí de Camberwell anochecía ya, y al llegar á casa la noche había cerrado por completo. El libro y la pipa de mi compañero estaban sobre su sillón, pero él había desaparecido.

Busqué algún papel escrito que me hubiese dejado, y no encontré ninguno.

— Supongo que el señor Sherlock Holmes habrá salido?—pregunté á la señora II udson, cuando vino á bajar las persianas.

No, señor. Está en su cuarto, señor. ¿Sabe usted, señor y bajó la voz hasta hacerse casi imperceptible que estoy asustada por la salud del señor Holmes?