paldas contra ella, se convenció de la inutilidad de toda resistencia.
— Linda manera de tratar á la gente !—exclamó, golpeando en el suelo con su palo. Yo he venido aquí en busca de un caballero, y ustedes dos, á quienes en mi vida he visto, me agarran y me tratan de esta manera!
—No por eso le pesará á usted haber venido le dije. Nosotros lo recompensaremos por la pérdida de su tiempo. Siéntese usted aquí en él sofá, y no tendrá que esperar mucho tiempo Se acercó al sofá, de muy mal modo, y, sentándose, apoyó la cara en ambas manos. Jones y yo volvimos á nuestros cigarros y á nuestra conversación. Pero súbitamente oímos la voz de Holmes junto á nosotros.
—Me parece que ustedes podrían obsequiarme con un cigarro—decía.
Ambos saltamos de nuestros asientos. Holmes estaba allí, sentado junto á nosotros, divirtiéndose tranquilamente con nuestro asombro.
— Holmes !—exclamé. Usted aquí! ¿Pero, dónde está el viejo?
—Aqui está el viejo—contestó Holmes, alzando en la mano un montón de pelo blanco.—Aquí lo tienen ustedes peluca, patillas, cejas y todo.
Yo creía mi disfraz bastante bueno, pero me pa-