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así como para dejar siempre constancia de «La señal de los cuatro.» Bueno, pues sabiendo que mis compañeros me aprobarían, he cchado el tesoro en el Támesis, para que no lo gocen las crías de Sholto ni las de Morstan. No fué para enriquecer á éstos por lo que nosotros suprimimos á Achmet. Si quiere usted encontrar el tesoro vaya á buscarlo en el mismo sitio en que están la llave y el Tonguita. Apenas vi que la lancha de ustedes iba i alcanzarnos, lo cché todo al agua. Por esta vez no hay rupias para ustedes.

—Usted quiere engañarnos, Small — le dijo Athelney Jones en tono severo.—Si usted hubicra querido en realidad arrojar el tesoro al l'ámesis, más fácil le habría sido arrojarlo con cofre y todo.

Fácil para mí arrojarlo, pero más fácil para usted recuperarlo—contestó el presidiario, mirándolo de soslayo y con encono. La persona con suficiente inteligencia para haberme descubierto y perseguido, lo sería también para sacar una caja de hierro del fondo del río. Pero ahora que las joyas están desparramadas en un espaeio de cinco millas é algo así, la tarea será un poco más difícil. Confieso que, al hacerlo, me dolió el corazón, pero, cuando vi que ustedes iban á alcanzarnos, me puse como un loco. Sin