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Su predicción era correcta, pues el detective se puso lívido cuando, al llegar á casa, le hice ver el cofre vacío. Jones y Holmes acababan de llegar con el preso, habiendo cambiado sus planes en el sentido de presentarse en una estación de policía del tránsito, y dar parte de lo ocurrido.

Mi compañero estaba medio tendido en su sillón, con su acosti mbrada impresión de indiferencia, y Small, sentado frente de él, la pierna de palo cruzada con la de carne y hueso, fijaba en el espacio su estoica mirada. Cuando abrí el cofre para enseñar su interior vacío, el cojo se recostó en el respald de la lla, y se echó á reir ruidosamente.

—Eso es obra de usted, Small—le dijo Athelney Jones, colérico.

—Sí; y el tesoro está en un lugar en que jamás podrán ustedes apoderarse de él exclamó triunfante. Ese tesoro es mío, y ya que no me es posible gozarlo, he tomado mis medidas para que nadie se aproveche de él. II e dicho y repito que ningún ser viviente, aparte de mí y tres presidiarios que se encuentran todavía en las Andaman, tienen derecho á esas riquezas; y viendo que no iban á servirnos á mí ni á ellos, resolví hacerlas desaparecer, tanto por ellos como por mí; ellos me han autorizado para obrar,