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»niños, en dirección á Agra, la guarnición más »cercana.

»El señor Abel White era muy obstinado. Se »le había metido en la cabeza que todos exage»raban el asunto y que la revuelta se desvanece»ría tan fácilmente como había prendido. se »pasaba los días en el terrado, bebiendo whisky »y fumando, mientras el país entero ardía en su »derredor. Por supuesto, que nosotros no lo »abandonamos; yo y Dawson, el cual llevaba »los libros del establecimiento y tenía allí á su » esposa.

»Bueno. Un día vino la catástrofe. Yo había >ido á un punto algo lejano y regresaba por la »tarde, despacio, en mi caballo, cuando mi vista.

»tropezó con algo amontonado en el fondo de una barranca. Dirigí hacia allí el caballo, y »sentí frío en el corazón al ver que el montón lo formaban los restos de la mujer de Dawson ; la »habían acuchillado hasta destrozarla, y los cha>cales y perros salvajes la habían ya devorado Den parte. Un poco más adelante estaba el mis»mo Dawson, echado de cara, bien muerto, ein»puñando todavía con la mano derecha el re»vólver descargado, y enfrente tenía los cadávo»res de cuatro cipayos.

»Detuve mi caballo, reflexionando qué direc.

»ción tomaría, pero en este momento vi que de 1