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»ustedes la madera astillada en la parte que »chocó contra el cráneo. Ambos rodamos por »tierra, pues yo pude conservar el equilibrio, »pero al incorporarme vi que él estaba suficien»temente quieto.

»Me dirigí á la embarcación, y al cabo de una »hora estábamos en plena mar. Tonga había Ile» vado consigo todos sus bienes, sus armas y sus dioses. Entre otras cosas, tenía un largo bambú »y algunas esteras hechas de ramas de cocos, lo »que me permitió preparar una especie de vela para la canoa. Durante diez días estuvimos vol»tejeando en una y otra dirección, confiados al »azar, y al undécimo fuimos recogidos por un bu»que de vela que iba de Singapoore á Jedan, Ile»vando un cargamento de peregrinos malayos.

» Estos cran tan numerosos, que llenaban el bu»que; pero Tonga y yo conseguimos acomodar» nos entre ellos. Tenían una excelente cualidad:

»que no se ocupaban del prójimo ni le hacían » preguntas.

»Si fuera á contarles á ustedes todas las aven»turas que pasamos mi pequeño compañero y yo,.

»ustedes no me lo agradecerían, pues los tendría Descuchándome hasta el amanecer. Vagamos por aqui y por allá en diferentes países, pues »parecía que algo nos alejaba siempre de Lon »dres. Pero yo no perdía de vista ni un momen-