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»ría, y le di instrucciones para que se proveyera »de varios cántaros de agua y de una cantidad »de batatas, cocos y papas dulces.

»El pequeño Tonga era agradecido y fiel, y »jamás hombre alguno tuvo un compañero tan »leal como ese. Llegó la noche convenida y él es ntuvo con su canoa en el muelle. Pero dió la ca»sualidad de que en esos momentos se encontra»ra por allí uno de los guarda—chusma, un mise»rable indígena que nunca había desperdiciado »la oportunidad de insultarme y maltratarme.

» Muchas veces había jurado vengarme de él, y »de improviso se me presentaba la ocasión de »cumplir mi juramento. Se hubiera dicho que la »suerte lo ponía en mi camino para que yo pu»dicra pagar mi deuda antes de salir de la isla.

» Estaba parado en la playa, dándome las espalndas y con su carabina al hombro. Miré á un la»do y otro en busca de una piedra para hacerle »volar los sesos, pero no la vi por ninguna parte.

» Entonces se me ocurrió una extraña idea que »me hizo ver dónde podría encontrar un arma en el instante. Me senté en el suelo, y en mc»dio de la obscuridad me desaté del muslo la »pierna de palo. Di tres largos saltos y cai sobre Del hombre, quien se echó en el acto la carabina » la cara; pero yo le di un golpe en plena frente »y se la hundi en los sesos. Todavía pueden ver