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creo que ya no hay cosa de importancia que observar aquí, voy á buscar otra vez.

Sacó su lente y una cinta de medir, y se puso á recorrer á gatas el cuarto, midiendo, comparando, examinando, con su larga y afilada nariz apenas á unas cuantas pulgadas del suelo : sus escrutadores ojos brillaban como los de un pájaro. Tan silenciosos y furtivos eran sus movimientos, parecidos á los de un perro de caza que sigue una pista, que, al verlo así, no pude menos de pensar en el terrible criminal que habría sido, si en vez de poner su energía y sagacidad al servicio de la ley, las hubiera ejercido en su contra.

Mientras husmeaba por allí, hablaba consigo mismo, y de pronto soltó una ruidosa exclamación de alegría.

—Decididamente estamos de buenas—dijo.

Ahora ya no nos queda mucho que hacer. Número Uno ha tenido la desgracia de meter la pata en la crcosota. Puede ver usted el talón de su pequeño pie marcado aquí en esta parte de la hedionda laguna. ¿Ve usted? El líquido ha corrido en abundancia.

—Bueno, ¿y qué?

Que ya tenemos al individuo, y nada más.

Conozco un perro que seguiría este rastro hasta el fin del mundo. Si un gato puede descubrir un arenque en estado de descomposición en la des-