las vidas de seis hombres; he vivido demasiado, porque la fantasía ha puesto en mi tiempo millones de días.
Vamos — dije para mí, mientras hacía con la cabeza una respetuosa señal de asentimiento—; ya te engolfaste en tus manías, y eres hombre perdido por esta noche.
—Soy muy desgraciado, el más desgraciado de los hombres—prosiguió el doctor—.
Mis desdichas no tienen igual en el mundo, ni se parecen á nada de lo que leemos. Otros hombres son mortificados dentro de su naturaleza, mientras yo me salgo en esto de la común ley de los dolores humanos; porque soy un sér doble: yo tengo otro dentro de mí, otro que me acompaña á todas partes y me está siempre contando mil cosas que me tienen estremecido y en estado de perenne fiebre moral. Y lo peor es que esta fiebre no me consume como las fiebres del cuerpo. Al contrario: esto me vivifica; yo siento que esta llama interior parece como que regenera mi naturaleza, poniéndola en disposición de ser mortificada cada día.
— Es particular—dije, no comprendiendo nada de aquello de llama interior, y el sér doble, y el tornillo sin fin.
No encuentro mi semejante en ninguna parte—prosiguió—. Únicamente puedo lla-