aire al vidrio, trasládase, naturalmente, a través del limite el ritmo temporal de las vibraciones; por tanto, T (ó ν) permanece lo mismo. En cambio, varia la velocidad c y, por tanto, según la fórmula [31], también la longitud de onda l. Todos los métodos para medir l pueden servir, por tanto, para comparar las velocidades de la luz en diferentes substancias o en diferentes circunstancias. De esto haremos uso muchas veces más adelante.
Ya ahora podemos comprender la esencia de los fenómenos de interferencia, cuyo descubrimiento ha dado la victoria a la teoría ondulatoria. Puede describirse la interferencia con las palabras siguientes, que suenan a paradoja: luz añadida a luz no da necesariamente más luz, sino que puede también apagarse.
El fundamento es que, según la teoría ondulatoria, la luz no es un torrente de partículas materiales, sino un estado de movimiento; dos impulsos de movimiento que se encuentran pueden, empero, aniquilar el movimiento, como dos hombres que quieren lo contrario se contraponen y no logran conseguir nada. Representémonos dos trenes de ondas que se cruzan. Puede observarse este proceso con gran belleza mirando a un lago desde una altura y viendo cómo se encuentran las estelas producidas por dos embarcaciones (fig. 55). Estos dos sistemas de ondas se cruzan sin perturbarse; en el territorio en donde están los dos a la vez nace un movimiento complicado; pero tan pronto como una onda ha atravesado la otra, sigue su camino, como si nada le hubiese pasado. Si se considera el movimiento de una partícula en vibración, resulta que ésta recibe de las dos ondas impulsos de movimiento independientes; su oscilación es, pues, en cada momento, simplemente la suma de las oscilaciones que tendría estando bajo el influjo de cada