tivo pasa de un cuerpo a otro; el primero será entonces positivo, porque la carga positiva de la materia ya no está compensada, y el segundo será negativo, porque tendrá un exceso de flúido negativo.
La discusión entre los partidarios de las dos hipótesis, la teoría de uno y dos flúidos, duró mucho tiempo y permaneció infructuosa e inútil hasta que el descubrimiento de nuevos hechos le puso término. No entraremos en el detalle de estas discusiones, y diremos, en breves palabras, que, finalmente, halláronse diferencias características en la conducta de ambas electricidades, las cuales indicaban que la electricidad positiva está firmemente adherida a la materia, mientras que la negativa es libremente móvil. Esta teoría rige aún hoy; seguiremos este tema luego, al hablar de la teoría de los electrones.
Otra discusión se planteó acerca de cómo las fuerzas eléctricas de atracción y repulsión son transmitidas por el espacio. Los primeros decenios de la indagación eléctrica no estaban aún dominados por la influencia que luego hubo de ejercer la teoría newtoniana de la atracción; una acción a distancia parecía impensable, y regían proposiciones metafísicas, como que la materia sólo puede actuar donde está; y así se inventaron diferentes hipótesis para explicar las fuerzas eléctricas: emanaciones que salen de los cuerpos cargados, y al llegar a otro cuerpo hacen presión, y otras suposiciones por el estilo. Pero cuando la teoría de la gravitación de Newton hubo conquistado la victoria, acabó por hacerse habitual la representación de una fuerza actuante inmediatamente en la lejanía. Pues, efectivamente, sólo se trata de un hábito mental, cuando una representación se imprime tan honda en los cerebros, que es usada como postrer principio explicativo. Sin duda, no transcurre mucho tiempo entonces sin que la especulación metafísica, vestida muchas veces con el ropaje de filosofía crítica, dé la prueba de que el principio de explicación usado es necesario al pensamiento y que su contrario es irrepresentable; pero la ciencia empírica progresiva no suele, afortunadamente, curarse de ello, y si nuevos hechos lo exigen, acude a las representaciones condena-