provisto de fuerzas que actúan a distancia, sino que lo primario es el estado de tensión del campo eléctrico en los no-conductores, que queda expuesto en la imagen de las líneas de fuerza; los conductores son, en cierta manera, agujeros en el campo eléctrico, y las cargas en ellos son sólo conceptos ficticios inventados para interpretar como acciones a distancia las fuerzas de presión y tracción producidas por las tensiones del campo. Entre las substancias no conductoras o «dieléctricas» hállase también el vacío, el éter, que se nos presenta nuevamente ahora con distinto ropaje.
Esta extraña concepción de Faraday no obtuvo al principio, entre los físicos y los matemáticos de su tiempo, ninguna aceptación. Mantuviéronse firmes en conservar la concepción de la acción a distancia, y ésta pudo desenvolverse aun teniendo en cuenta la acción dieléctrica de los no-conductores, descubierta por Faraday. Bastaba, en efecto, alterar un poco la ley de Coulomb; a todo no-conductor le corresponde una constante característica ε, su constante de dielectricidad, que se define por este hecho: que la fuerza actuante entre dos cargas e1 y e2, que descansan en el no-conductor, es más pequeña que en el vacío en la proporción 1:1:
Para el vacío es ε = 1; para cualquier otro cuerpo es ε < 1.
Con este añadido podían, efectivamente, explicarse todos los fenómenos de la electrostática, teniendo en cuenta las propiedades dieléctricas de los no-conductores. Ya hemos dicho antes que la electrostática había pasado formalmente hacia ya tiempo a ser una teoría de pseudoacción próxima, la llamada teoría del potencial. Esta pudo fácilmente también asimilar la constante de dielectricidad ε. Hoy sabemos que de esa manera quedaba ya propiamente adquirida la fomulación matemática del concepto de «línea de fuerza» establecido por Faraday. Pero, como este método del potencial pasaba por un simple artificio matemático, quedaba sin resolver la oposi-