ropeo, alemanes, holandeses, escandinavos, franceses e italianos la conciben con mayor facilidad, y son los que más vivamente participan en la elaboración del sistema. Los ingleses, inclinados a las representaciones concretas, son ya más difícilmente accesibles. El americano gusta de atenerse a imágenes y modelos mecánicos; el mismo Michelson, cuyos trabajos experimentales han tenido principalísima parte en la destrucción de la teoría del éter, rechaza una teoría de la luz sin éter, como algo impensable. Pero la reciente generación, educada por doquiera en el sentido de las nuevas concepciones, admite como evidencias lo que para las generaciones pretéritas eran novedades inauditas.
Si resumimos la evolución, vemos que la teoría del éter ciérrase con el principio de relatividad y halla su fin en éste. El éter substancial desaparece como hipótesis innecesaria, y el principio de relatividad preséntase claramente como ley fundamental de la física. Plantéase, pues, el problema de reconstruir el edificio del mundo físico sobre esa base segura. Llegamos así, por fin, a los trabajos de Einstein.