que conduce a resultados particularmente extraños, sin que parezca posible comprobarlos por medio de experimentos; trátase de la llamada paradoja de los relojes.
Imaginemos un observador A inmóvil en el punto cero del sistema inercial S. Un segundo observador B se encuentra primeramente en el mismo sitio O, en reposo, pero luego se mueve con velocidad uniforme en línea recta sobre el eje c por ejemplo, hasta llegar a un punto C, en donde da la vuelta y regresa en línea recta y con la misma velocidad que antes al punto O.
Ambos observadores llevan consigo relojes ideales, que señalan su tiempo propio. El tiempo de la aceleración al arrancar, al dar la vuelta y al llegar B al término de su viaje, pueden reducirse cuanto se quiera con relación a la duración total del viaje, haciendo que la duración de los movimientos uniformes a la ida y a la vuelta sea suficientemente grande; por si acaso la marcha de los relojes hubiese de sufrir la influencia de la aceleración, podrá reducirse relativamente cuanto se quiera este efecto, alargando lo bastante la duración del viaje, de suerte que pueda el efecto de la aceleración despreciarse. Pues bien; el reloj del observador B, a su regreso a O, debe retrasar con respecto del reloj de A; pues sabemos (VI, 4, pág. 270) que durante los periodos del movimiento uniforme de B, que son decisivos para el resultado, el tiempo propio retrasa con relación al tiempo de cualquier otro sistema inercial. Se ve esto intuitivamente en la imagen geométrica del plano xt (figu-