una parte positiva inseparablemente unida a la masa inerte y de un número de electrones negativos. Los experimentos de Rutherford (1913) y sus discípulos sobre la dispersión de los rayos positivos emitidos por substancias radioactivas, los llamados rayos α, han demostrado que los elementos positivos de los átomos, que hoy llamamos núcleos, son extraordinariamente pequeños, mucho más pequeños todavía que el electrón, cuyo radio hemos estimado en unos 2 · 10-13 cm. (pág. 233). Si la masa del núcleo, como la del electrón, fuera en lo esencial (en sus tres cuartas partes) de naturaleza electromagnética, habría de existir entre ella y el radio a una fórmula semejante a la anteriormente aplicada al electrón (página 232), quizá con un factor numérico algo diferente. Las masas serían, pues, inversamente proporcionales a los radios:
Sabemos, empero, que el átomo de hidrógeno es unas 2.000 veces más inerte que el electrón; de aquí se infiere que el radio del núcleo de hidrógeno es unas 2.000 veces más pequeño que el del electrón, en corcondancia con los resultados experimentales.
Puede, pues, aplicarse con éxito a las masas de los átomos o núcleos la ley de la inercia de la energía.
Los átomos radioactivos emiten, como es sabido, tres especies de rayos: 1.°, rayos α, que son partículas cargadas positivamente, que se han manifestado como núcleos de helio; 2.°, rayos β, que son electrones; 3.°, rayos γ, que son ondas electromagnéticas de la naturaleza de los rayos Röntgen. Al emitir estos rayos, pierde el átomo, no sólo masa, sino además energía en cantidad notable; pero si pierde energía, tendrá que disminuir también la masa, según la ley de la inercia de la energía. Desgraciadamente, es tan pequeña esa diminución de masa, que hasta ahora no ha sido posible determinarla experimentalmente.
Pero, en principio, tiene altísima significación el conoci-