Como, por último, toda energía puede transformarse en radiación, habrá de tener validez universal la ley. La masa no es, pues, otra cosa que una forma de manifestarse la energía: la materia misma pierde su carácter primario como substancia indestructible; no es más que una concentración de energía. Dondequiera que campos eléctricos y magnéticos u otras acciones conduzcan a fuertes amontonamientos de energía, prodúcese el fenómeno de la inercia de masa. El electrón y los átomos son de esos lugares donde existe una enorme concentración de energía.
De las numerosas e importantes consecuencias de esta ley sólo pueden ocuparnos algunas, y brevemente.
Por lo que se refiere primero a la masa del electrón, demuestra la fórmula [62] (pág. 232) para la masa en reposo que la energía electrostática U no puede ser la energía total E del electrón en reposo; tiene que haber además otra parte de energía E = U + V; de suerte que
De aquí se sigue ; la energía total es, pues, electrostática en sus tres cuartas partes, y de otra clase, en una cuarta parte. Esta parte debe provenir de las fuerzas de cohesión que mantienen el electrón contra la atracción electrostática. Sobre este punto se han desenvuelto muy profundas teorías por Mie, Hilbert y Einstein; sin embargo, los resultados son aún harto poco satisfactorios para poder hablar de ellos aquí. Los más plausibles parecen ser las hipótesis de Einstein, sobre las cuales volveremos brevemente al hablar de la teoría general de la relatividad.
En cambio, para el problema de la estructura de los átomos materiales tiene ya una gran importancia la ley de la inercia de la energía.
Ya hemos dicho antes (pág. 224) que cada átomo consta de