ALBERTO EINSTEIN
Si al lector no le ha faltado la paciencia necesaria para leer este libro, querrá de seguro saber qué hombre se oculta tras el pensador que tan grandes y audaces ideas ha engendrado. Es un hombre poco común; no un investigador envuelto en la red de sus pensamientos abstractos, sino un hombre lleno de vida y de interés por todas las cosas y acontecimientos del mundo, lleno de amor indecible a sus semejantes. Su vida exterior transcurrió sencilla. Nació en Ulm el 14 de marzo de 1879; pero pasó su niñez y estudió en Munich, adonde habíanse trasladado sus padres poco tiempo después de su venida al mundo. A los quince años pasó a Suiza, estudió en el Gimnasio de Aaran y en el Polytechnikum de Zurich, en donde siguió cursos de matemáticas y física. Fué allí maestro suyo Minkowski, sin que esos dos hombres, que más tarde habían de trabajar en la misma dirección, llegaran a intimar. Mucho tiempo después, cuando Einstein empezó a ser famoso, decíame Minkowski, en su pintoresco lenguaje: «¡Nunca lo hubiera creído! ¡Pero si en Zurich no sabía una jota!»
Einstein seguía ya entonces su propio camino; me ha asegurado que el problema de la relatividad le cautivó desde el comienzo de sus estudios, y ya no dejó nunca más de pensar en él.
Poco después de establecerse en Suiza hízose súbdito suizo, y ha seguido siéndolo; ama las costumbres democráticas de su patria electiva. Pero no se siente adscrito a ninguna nación, como verdadero servidor de la ciencia y ciudadano de la república de los espíritus. La lengua alemana, en que están escritos