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La teoría de la relatividad de Einstein.

con la misma velocidad constante, no sólo está en quietud relativa geométricamente, sino que no se produce, a consecuencia del movimiento, ningún efecto de fuerzas en los cuerpos del sistema. Pero si los cuerpos del sistema ejercen fuerzas unos sobre otros, los movimientos así producidos se verificarán relativamente, tal como si no existiera el movimiento de traslación común. El sistema, pues, para un observador que vaya arrastrado en su movimiento, no es discernible de un sistema que se hallare en quietud absoluta.

La experiencia diaria, mil veces repetida, de que no advertimos nada del movimiento de traslación de la Tierra, es una palpable demostración de esta ley. Mas lo mismo sucede en movimientos que se verifican en la Tierra; pues cuando un movimiento sobre la Tierra es rectilíneo y uniforme relativamente a ésta, lo es también relativamente al espacio, si en el movimiento de la Tierra prescindimos de la rotación. Todo el mundo sabe que en un barco o en un vagón de ferrocarril, cuando se mueve uniformemente, los procesos mecánicos suceden de la misma manera que en la Tierra inmóvil; sobre el barco que se mueve cae, por ejemplo, una piedra verticalmente, esto es, a lo largo de una recta vertical que se mueve con el barco. Si la navegación fuese perfectamente uniforme y sin sacudidas, los pasajeros nada notarían del movimiento, mientras no observasen nada de lo que rodea al barco.

6. El espacio absoluto «limitadamente».

El principio de la relatividad de los procesos mecánicos es el punto de partida para todas nuestras consideraciones ulteriores. Su importancia obedece a que está en estrechísima conexión con las concepciones de Newton sobre el espacio absoluto, y a que desde un principio limita esencialmente la realidad física de ese concepto.

Hemos fundado antes la necesidad de admitir el espacio absoluto y el tiempo absoluto, en la consideración de que, sin ello, la ley de inercia carece de sentido. Ahora ya debemos