las primeras persecuciones de los tres primeros siglos de la Iglesia, sino las últimas que deben preceder á la venida del Señor: á esta dificultad responde de este modo, número trece.
40. "Pero los mas novicios en la teología saben la resolucion de esta primera dificultad. Si fuese necesario para esplicar el Apocalipsis reservarlo todo para el fin del mundo, y tiempos del Anticristo, ¿se hubiera permitido á tantos sabios del siglo pasado entender en la bestia del Apocalipsis, ya al Anticristo en Mahoma, ya otra cosa, que Enoch y Elías en los dos testigos del capítulo once?... El sabio ex-jesuita Luis del Alcazar, que escribió un gran comentario sobre el Apocalipsis, de donde Grocio tomó muchas de sus ideas, lo hace ver perfectamente cumplido hasta el capitulo veinte, y se ven los dos testigos sin hablar una palabra de Elias, ni de Enoch. Cuando le oponen la autoridad de los padres, y de algunos doctores, los cuales con demasiada licencia quieren hacer tradiciones y artículos de fé de las conjeturas de algunos padres; responde, que otros doctores han sentido de otro modo diverso, y que los padres tambien variaron sobre estos asuntos, ó sobre la mayor parte de ellos: por consiguiente que no hay ni puede habar en ellos tradición constante y uniforme; así como en otros muchos puntos, donde los doctores, aun católicos, han pretendido hallarla. En suma, que este es un asunto no de dogma, ni de autoridad, sino de pura conjetuta. Y todo esto se funda bien en la regla del concilio de Trento, el cual no establece ni la tradicion constante, ni la inviolable autoridad de los santos padres en la inteligencia de la Escritura, sino en su unánime consentimiento, y esto solamente en materia de fe y costumbres. Todo esto que dice Mr. Bosnet, recibidlo, amigo, como si yo miaño os, lo dijese en respuesta á la única dificultad que tengo contra mí. Entremos en materia.