conjunto, con peligro de envolver á los inocentes con los culpados, y de matar al justo y al impío.
77. S. Justino, milenario, impugna con tanta veemencia los errores de los Milenarios, que no duda decir á los judios, con quienes habla, que no piensen son cristianos los que creen y enseñan aquellas fábulas, ni ellos los tengan por cristianos, aunque los vean cubiertos con este nombre, que tanto deshonran: pues, fuera de sus malas costumbres, enseñan cosas indigna de Dios, ajenas de la Escritura, que ellos mismos han inventado, y aun opuestas á la misma Escritura: y los trata, con razon, de hombres mundanos y carnales, que solo gustan de las cosas de la carne[1]. Casi en el mismo tono habla S. Irinéo: y es fácil ver en todo su libro quinto, contra las herejías, donde toca este punto, cuan lejos estaba de admitir en el reino dé Cristo cosa alguna que oliese á carne ó sangre; pues todo este libro parece puro espíritu bebido en las epístolas de S. Pablo, y en el evangelio. S. Victorino, milenario se esplica del mismo modo contra los Milenarios, por estas palabras que trae Sisto Senense: luego no debemos dar oido á los que conformándos, con el hereje Cerinto establecen el reino milenario en cosas terrenas [2]. Pues ¿qué Milenarios son estos que pelean unos con otros, y sobre qué es este pleito? A esta pregunta, que es muy juiciosa, voy á responder con brevedad.
78. Tres clases de Milenarios debemos distinguir, dando á cada uno lo que es propio suyo, sin lo cual parece imposible, no digo entender la Escritura divina, pero ni aun mirarla: porque estas tres clases, juntas y mezcladas entre sí, como se hallan comunmente en las impugnaciones, for-