él los publicamos y pecadores para oirle[1]: y esto era lo que murmuraban los Escribas y Fariseos: y los Fariseos y los Escribas murmuraban diciendo: este recibe pecadores y come con ellos[2]: y en otra parte: si este hombre fuera profeta, bien sabria quien, y cual es la muger que le toca; porque pecadora es[3]. ¿Seria acaso la gente ordinaria, ó la ínfima plebe siempre ruda, grosera y desatenta? Tampoco: porque antes esta plebe no podia hallarse sin él; esta lo buscaba, y lo seguia hasta en los montes y desiertos mas solitarios; esta lo aclamaba á gritos por hijo de David y rey de Israel; esta lo defendia y daba testimonio de su justicia, y por temor de esta plebe no lo condenaron antes de tiempo: mas temian al pueblo[4].
No nos quedan, pues, otros sino los sacerdotes, los sábios y doctores de la ley, en quienes estaba el conocimiento y el juicio de todo lo que tocaba á la religion. Y en efecto, estos fueron la causa y tuvieron toda la culpa. Mas en esto mismo estaba mi mayor admiracion: cierto que es esta cosa maravillosa, les decia aquel ciego de nacimiento: que vosotros no sabeis de donde es, y abrió mis ojos[5]. Estos sacerdotes, estos doctores, ¿no sabian lo que creían? ¿No sabian lo que esperaban? ¿No leian las Escrituras de que
- ↑ Erant autem appropinquantes el publicani, et peccatores, ut audirent illum.—Luc. xv, 1.
- ↑ Et murmurabant pharisei, et scribæ dicentes: Quia hic peccatores recipit, et manducat cum illis.—Luc. xv, 2.
- ↑ Hic si esset propheta, sciret utique, quæ, et quelis est mulier, quæ) tangit eum: quia peccatrix est.—Luc. vii, 39.
- ↑ Timebant verò plebem.—Luc. xxii, 2.
- ↑ In hoc enim mirabile est, quia vos nescitis unde sit, et aperuit meos oculos.—Joan. ix, 30.