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DISCURSO PRELIMINAR.

lar, se debia recurrir no á la Escritura misma, sino á alguno de tantos intérpretes como hay. En fin, concluyó este sabio diciendo y defendiendo, que el estudio formal de la Escritura le parecia tan inútil como seco é insulso. Palabras que me hicieron temblar, porque me dieron á conocer, ó me afirmaron en el conocimiento que ya tenia del estado miserable en que están, generalmente hablando, nuestros sacerdotes; y por consiguiente los que dependemos de ellos. Si la sal pierde su virtud, ¿qué cosa dará sabor á las viandas[1].

Mas volviendo á nuestro asunto, me atrevo, señor, á deciros, y tambien á probaros en toda forma, que las ideas de la segunda venida del Mesías, que nos dan los intérpretes, cuanto al modo, duracion y circunstancias, y que tenemos por tan ciertas y tan seguras, no lo son tanto que no necesitan de exámen: y este exámen no parece que puede hacerse de otro modo, sino comparando dichas ideas con la Escritura misma, de donde las tomaron ó las debieron tomar. Si esta dilijencia hubieran practicado nuestros Escribas y Fariseos, cuando el Señor mismo los remitia á las Escrituras, ciertamente hubieran hallado otras ideas infinitamente diversas de las que hallaban en los Rabinos, y es bien creíble que no hubieran errado tan mostruosamente.

¿Qué quieres amigo que te diga? Por grande que sea mi veneracion y respeto á los intérpretes de la Escritura, hombres verdaderamente grandes, sapientísimos, eruditísimos y llenos de piedad, no puedo dejar de decir lo

  1. ¿Si sal infatuatum fuerit, in quo salietur?—Greg. in Mat. v, 23.