que en el asunto particular de que tratamos, veo y observo en ellos con grande admiracion. Los veo, digo, ocupados enteramente en el empeño de acomodar toda la Escritura santa, en especial lo que es profecía, á la primera venida del Mesías, y á los efectos ciertamente grandes y admirables de esta venida, sin dejar ó nada, ó casi nada para la segunda, como si solo se tratase de dar materia para discursos predicables, ú de ordenar algun oficio para tiempo de adviento. Y esto con tanto celo y fervor, que no reparan tal vez, ni en la impropiedad, ni en la violencia, ni en la frialdad de las acomodaciones, ni en las reglas mismas que han establecido desde el principio, ni tampoco (lo que parece mas estraño), tampoco reparan en omitir algunas cosas, olvidando ya uno, ya muchos versículos enteros, como, que son de poca importancia; y muchas veces son tan importantes, que destruyen visiblemente la esposicion que se iba dando.
Por otra parte los veo asentar principios, y dar reglas ó cánones para mejor inteligencia de la Escritura; mas por poco que se mire, se conoce al punto que algunas de estas reglas, y no pocas, son puestas á discrecion, sin estribar en otro fundamento que en la esposicion misma, ó inteligencia que ya han dado, ó pretenden dar á muchos lugares de la Escritura bien notables. Y si esta esposicion, esta inteligencia es poco justa, ó muy ajena de la verdad (como sucede con bastante frecuencia) ya tenemos reglas propísimas para no entender jamas lo que leemos en la Escritura. De aquí han nacido aquellos sentidos diversos de