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EN GLORIA Y MAGESTAD

este punto da el Apostol S. Pablo á la Iglesia de Corinto y en ella á todas las demas, diciendo, que lo que aquí les enseña, lo ha recibido inmediatamente del Señor: porque yo recibí del Señor, &c.[1]; y amenazando con el juicio de Dios a los que reciben indignamente este sacramento, no haciendo la debida distincion entre el pan ordinario y el cuerpo del Señor: porque el que come y bebe indignamente, &c.[2]

17 Mostrados todos estos lugares de la Escritura, claros é innegables, solo les pido, ó por gracia ó por justicia, que no les quiten su propio y natural sentido, que es aquel obvio y literal que muestran las palabras; pues esto no es lícito hacer, ni aun con los escritos del mismo Calvino. Si no atreviéndose á negar una peticion tan justa, me conceden el sentido obvio y literal, para los testos de que hablamos, con esto solo, sin otra diligencia, tenemos disipado el error: no hay necesidad de pasar á otros argumentos: está concluida la disputa. Mas si mi peticion no halla lugar: si se ostinan en negar que la Escritura divina dice lo que ven nuestros ojos: si pretenden que diciendo una cosa, se entienda otra &c., el error irá siempre adelante, y tendrémos disputa para muchos siglos.

18 Lo que digo de este error en particular, digo generalmente de todos cuantos errores y herejías han perturbado, afligido y escandalizado la Iglesia. Yo ninguno hallo en la historia y en la serie de diez y siete siglos, que no haya tenido el mismo principio. Una vez depravado el corazon, es bien fácil que tras él se deprave el entendimiento, y facilísimo tambien depravar todas aquellas escrituras auténticas que pueden hacer oposicion. Esta depravacion de las Escrituras, que tan comun ha sido en todos tiempos, empezó ya desde el tiempo de los Apóstoles, como apunta S. Pedro en su segunda epístola al capitulo iii, y dice: las que adulteran los indoctos é inconstantes, para

  1. Ego enim accepi a Domino, &c.—l ad Cor. xi, 23.
  2. Qui enim manducat, et bibit indignè, &c.—l ad Cor. xi, 29.