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de que la inteligencia de la abeja es extremadamente limitada, y que la mosca es mucho más hábil para salir del paso y hallar el camino. Esta conclusión no me parece irreprochable. Volved alternativamente hacia la claridad, veinte veces seguidas si queréis, ora el fondo, ora el gollete de la esfera transparente, y las veinte veces seguidas las abejas se volverán al mismo tiempo, para dar frente á la luz. Lo que las pierde en el experimento del sabio inglés, es su amor á la luz y su misma razón. Evidentemente se imaginan que, en toda cárcel, la salvación está del lado de la claridad más viva, obran en consecuencia, y se obstinan en obrar con demasiada lógica. Nunca han tenido conocimiento del misterio sobrenatural que para ellas debe constituir el vidrio, esa atmósfera repentinamente impenetrable, que no existe en la Naturaleza, y el obstáculo y el misterio deben ser tanto más inadmisibles, tanto más incomprensibles, cuanto más inteligentes sean. Mientras que las moscas sin seso, desdeñando la lógica, el llamado de la luz, el enigma del cristal, revolotean al azar en el globo, y dando con la suerte de los tontos, que á veces se salvan donde perecen los más cuerdos, acaban necesariamente por hallar al paso el buen gollete que las liberta.