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— 105 pañada por dos ó tres colaboradoras. Sé que sir John Lubbock, en el apéndice de su obra Ants, Bees and Wasps, levanta largos y minuciosos cuadros de observaciones, de los que puede sacarse en consecuencia que casi nunca sigue otra abeja á la indicadora. Ignoro con qué especie de abejas trabajaba el ilustre naturalista, ó si las circunstancias eran especialmente desfavorables.

En cuanto á mí, consultando mis propias tablas, hechas con cuidado y después de tomar las precauciones posibles para que las abejas no fueran atraídas directamente por el olor de la miel, veo que, por término medio, cuatro abejas entre diez, conducían á otra.

Hasta he dado un día con una extraordinaria abejita italiana, cuyo corselete marqué con una mancha azul. Ya en el segundo viaje llegó con dos hermanas. Aprisioné á éstas sin asustarla.

Se fué luego y volvió con tres asociadas á quienes encerré también; así sucesivamente hasta que cayó la tarde, hora en que, contando mis prisioneras, comprobé que había comunicado la noticia á dieciocho abejas.

En suma, si hacéis los mismos experimentos, reconoceréis que la comunicación, si no regular, es por lo menos frecuente. Esta facultad es tan conocida por los cazadores de abejas de: Norte América, que la explotan cuando se trata de descubrir un nido. «Eligen—dice M. Josiah Eme»ry (citado por Romanes en la Inteligencia de los animales, t. I. pág. 117),—eligen para co»menzar sus operaciones, un campo ó un bosque »alejado de toda colonia de abejas domesticadas.