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la multitud que forma las misteriosas cadenas adormecidas en medio de las cuales trabajan las cereras y las escultoras. He observado también que las obreras que veía recogiendo polen durante un día ó dos, no lo llevaban ya al siguiente y volvían á salir en busca de néctar, y recíprocamente.

Podría citarse también, en cuanto á la división del trabajo, lo que el célebre apicultor francés Georges de Layens llama la distribución de las abejas sobre las plantas meliferas. Todos los días, desde la primera hora de sol, desde la vuelta de las exploradoras de la aurora, la colmena que despierta escucha las buenas noticias de la tierra: Hoy florecen los tilos del borde »del canal,» «el trébol blanco ilumina la hierba de los caminos,» «la coronilla y la salvia de los »prados van á abrir,» «los lirios y las resedas »rebosan de polen.» ¡ Pronto! hay que organizarse, que tomar medidas, que distribuir la tarea. Cinco mil de las más robustas irán hasta los tilos, tres mil de las más jóvenes animarán el trébol blanco. Estas aspiraban ayer el néctar de las corolas, hoy, para que descanse la lengua y las glándulas del estómago, irán á recoger el polen rojo del reseda, aquéllas el polen amarillo de los grandes lirios, porque no vcréis nunca que una abeja recoja ó mezcle polen de distinto color ó especie, y la colocación metódica en los graneros, de acuerdo con los matices y el origen de la hermosa harina perfumada, es una de las grandes preocupaciones de la colmena. Así son distribuidas las órdenes por 1