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viene beber nuestra conciencia y el interés que hacia la vida tenemos.

En torno de la reina virginal, y viviendo con ella entre la muchedumbre de la colmena, se agitan centenares de machos exuberantes, siempre ebrios de miel, cuya única razón de ser es un acto de amor. Pero, á pesar del contacto incesante de dos inquietudes que en todas partes derriban todos los obstáculos, la unión nunca se opera en la colmena, y jamás se ha logrado fecundar una reina cautiva. (1) Los amantes que la rodean ignoran lo que ella es mientras permanece en medio de ellos. Sin sospechar que acaban de dejarla, que dormían con ella sobre los mismos panales, que quizá la hayan atropellado en su salida impetuosa, van á pedirla al espacio, en los ámbitos más recónditos del horizonte. Diríase que los ojos admirables que adornan su cabeza entera como un casco flamígero, no la conocen ni la desean sino cuando se ciernen en el azul del cielo. Todos los días, de las once á las tres, cuando la luz está en todo su esplendor, y sobre todo cuando el Mediodía despliega hasta los confines del cielo sus grandes alas azules para atizar las llamas del sol, su horda empenachada se lanza en busca de la es(1) El profesor Mc Lain ha logrado hace poco fecundar artificialmente algunas reinas, pero merced á una verdadera operación quirúrgica, delicada y complicada. Además la fecundación de dichas reinas fué limitada y efímera .