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<—15lummella, Palladio, se ocuparon de ella, sin hablar del filósofo Aristomaco que, según dice Plinio, las observó durante cincuenta y ocho años, y de Phylisco de Thasos, que vivió en lugares desiertos para no ver sino abejas, y recibió el sobrenombre de El Salvaje. Pero esa es más bien la leyenda de la abeja, y todo lo que de ello se puede sacar, es decir, casi nada, se encuentra resumido en el canto cuarto de las Georgicas de Virgilio.

Su historia no comienza hasta el siglo XVII , con los descubrimientos del gran sabio holandés Swammerdam. Conviene, sin embargo, agregar un detalle poco conocido, y es que antes de Swammerdam, un naturalista flamenco, Clutio, había afirmado ciertas verdades importantes, entre otras la de que la reina es la madre única de todo su pueblo y posee los atributos de ambos sexos; pero no las había probado. Swammerdam inventó verdaderos métodos de observación científica, creó el microscopio, imaginó inyecciones conservadoras, fué el primero que disecó las abejas, precisó definitivamente, por el descubrimiento de los ovarios y del oviducto, el sexo de la reina, á quien hasta entonces se había creído rey, y con esto iluminó con un inesperado rayo de luz toda la política de la colmena, fundándola sobre la maternidad. Trazó, por fin, cortes de la colmena, y dibujó planos tan perfectos, que hoy mismo sirven para ilustrar más de un tratado de apicultura. Vivía en la hormigueante y turbulenta Amsterdam de aquel entonces, echando de menos la «dulce vida del