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en cuanto á Büchner, su estudio es bastante completo, pero leyendo sus afirmaciones aventuradas, sus rasgos legendarios, los rumores desde hace mucho desdeñados que contiene, sospecho que no ha salido de su biblioteca para interrogar á sus heroínas, y que nunca ha abierto una sola de las zumbantes colmenas, como inflamadas de alas, que es necesario violar antes que nuestro instinto se amolde á su secreto, antes de quedar impregnado por la atmósfera, el perfume, el espíritu, el misterio de las vírgenes laboriosas. Aquello no huele á miel ni å abeja, y tiene el defecto de muchos de nuestros libros sabios, cuyas conclusiones son á menudo preconcebidas, y cuyo aparato científico está formado por un enorme cúmulo de anécdotas dudosas y tomadas de todas las manos. Por lo demás, rara vez me encontraré con él en mi trabajo, porque nuestros puntos de partida, nuestros puntos de vista y nuestros objetos son muy diversos.

II

La bibliografía de la abeja (comencemos por los libros para quedar más pronto libres de ellos y llegar á la fuente misma de esos libros), es de las más extensas. Desde el origen, ese pequeño ser extraño, que vive en sociedad, bajo leyes complicadas y que ejecuta en la sombra trabajos prodigiosos, atrajo la curiosidad del hombre. Aristóteles, Catón, Varron, Plinio, Co-