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miel, y que sube ó baja, avanzan ó retrocede de una manera imperceptible, á medida que van agotándose las celdas á que se agarra. Porque, al revés de lo que generalmente se cree, la vida invernal de las abejas se hace más lenta, pero no se detiene. (1) Por el zumbido concertado de sus alas, hermanitas sobrevivientes de las llamas del sol, que se activan ó se apaciguan según las fluctuaciones de la temperatura externa, mantienen en su esfera un calor invariable é igual al de un día de primavera. Esa secreta primavera emana de la miel hermosa, que no es más que un rayo de calor anteriormente transmutado, y que vuelve á su primitiva forma. Circula por la esfera como sangre generosa.

Las abejas que permanecen sobre los alvéolos rebosantes, la ofrecen á sus vecinas que la transmiten á su vez. Pasa así de uña en uña, de boca en boca, y llega á las extremidades del grupo que no tiene sino un pensamiento y un destino esparcido y reunido en millares de corazones.

Hace las veces del sol y de las flores, hasta que su hermano mayor, el sol verdadero de la gran primavera real, deslizando por la puerta entreabierta sus primeras tibias miradas en que renacen las violetas y las anémonas, despierta (1) Una colmena grande consume generalmente durante la invernada—que en nuestras comarcas dura alrededor de seis meses, es decir, desde octubre hasta principios de abril,—de veinte á treinta libras de miel.